La Cartografía Cultural Participativa y las Políticas Locales para la Cultura y la Creatividad.


Martínez Tena, Alicia de la C1
Expósito García, Elpidio2
Illescas Nájera, Idalia3
Benítez Guzmán, María Elena4


Resumen

El presente artículo tiene como objetivo el de valorar el papel de la cultura para el desarrollo local a partir de la propuesta de la cartografía cultural participativa como herramienta de la gestión de los gobiernos locales. Se ubican los nodos conceptuales del desarrollo local, su impronta en las ciencias sociales cubanas y se propone una matriz contentiva de las expresiones culturales de la localidad como recurso para el fomento de las iniciativas locales, un instrumento que ha comenzado a ser introducido en los diagnósticos comunitarios.

Palabras Clave: Desarrollo local, cartografía cultural participativa, cultura local, actividad cultural, expresiones culturales.

Abstract

The objective of this article is to assess the role of culture for local development based on the proposal of participatory cultural mapping as a tool for the management of local governments. The conceptual nodes of local development are located, their imprint in the Cuban social sciences and a matrix containing the local cultural expressions is proposed as a resource for the promotion of local initiatives, an instrument that has begun to be introduced in the diagnoses Community.

Keywords: Local development, participatory cultural cartography, local culture, cultural activity, cultural expressions.

Introducción

Las actividades culturales conforman hoy día la base de muchas ofertas económicas. Caminar por las calles de cualquier ciudad de nuestro archipiélago y mirar las plazas, parques, restaurantes, pantallas gigantes, nos convierten en consumidores de un bien de la cultura local, nacional o universal.

Localmente estamos asistiendo a la construcción de una nueva cartografía cultural en la que han comenzado a ser ubicadas nuevas prácticas culturales, sucesos y hechos de la cultura local, las que encierran potencialidades para gestar iniciativas locales. La cartografía cultural participativa se presenta entonces como una herramienta para gestionar el desarrollo local.

¿De dónde se parte?, ¿Cómo hacerlo?, ¿Quiénes participan?, ¿Qué relación guardan territorio y cartografía desde el desarrollo local? Estas y otras interrogantes orientaran las reflexiones sobre las actuales políticas locales frente a los nuevos retos que las ciudades y sus culturas imponen.

Desarrollo local. Primeras pautas.

Las rápidas y profundas transformaciones que experimentan nuestras economías y sociedades han promovido en las dos últimas décadas un evidente esfuerzo de adaptación al cambio, que se hace patente tanto en las empresas, como en las instituciones sociales y culturales y en los actores sociales, sometidos a una rápida transformación del entorno en que viven y actúan de forma cotidiana.

La promoción del desarrollo local también cobra pleno sentido en territorios concretos (municipios), entendidos como realidades sociales y culturales construidas en el tiempo, donde se articulan procesos globales y actores locales en una densa red de interacciones compleja y dinámica que resulta esencial para comprender sus desiguales trayectorias. En la búsqueda de orientaciones capaces de permitir un mejor aprovechamiento de las oportunidades abiertas por el nuevo contexto, mirar el desarrollo local como espacio de concertación de esfuerzos se ha convertido en una referencia obligada –incluso tópica– como respuesta necesaria ante los retos del presente que tienen ante sí las universidades cubanas.

Hay consenso entre los estudiosos del desarrollo local, y son ya muchos, de que la aproximación al desarrollo desde la perspectiva local surge en Europa en los años 70 del pasado siglo XX y a partir de las grandes transformaciones que acompañaron a la reestructuración productiva, que abandonaba el industrialismo fordista por los sistemas productivos flexibles, junto con el avance de los procesos integracionistas y el impacto de la revolución tecnológica. Todo ello dio lugar a reordenamientos económicos que implicaron el abandono de actividades tradicionales y la pauperización de regiones, incapaces de insertarse en dicha reestructuración. (Alburquerque: 1999)

La vía maestra de reinserción fue precisamente el desarrollo local, que, configurado empíricamente como la respuesta local a demandas locales, devino en toda una concepción que asumió el desarrollo local como una estrategia consensuada entre los actores locales. (Garofolli, 1996; Alburquerque 2004; Arias Guevara, María y Ciro Labrada Silva, 2008; Limia David, 2008).

La expresión desarrollo local parece reflejar algo más que la de desarrollo económico local pues la primera alude también a las dimensiones social y cultural (Alburquerque, 2004:7). Hay autores que reconocen variadas dimensiones del desarrollo local, que “pueden ser económicas, políticas, sociales, ambientales, tecnológicas y territoriales” (Méndez, 2004: 239). Otra visión es la de identificar al menos tres dimensiones: “una económica, en la que los empresarios locales usan su capacidad para organizar los factores productivos locales con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados; otra, sociocultural, en la que los valores y las instituciones sirven de base al proceso de desarrollo, y finalmente, una dimensión político administrativa en que las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegerlo de interferencias externas e impulsar el desarrollo local”.(León, 2006: 3).

Aunque no puede hablarse de una conceptualización acabada, el desarrollo local vino a definirse por la concertación de los agentes locales y económicos, públicos y privados -como primera idea-; unidos por el interés común de la defensa y dinamización de su entorno. El desarrollo local es dado como espacio micro, para movilizar las energías y las potencialidades endógenas, definir estrategias de desarrollo y promover actividades creadoras, autosuficientes, con recursos locales, creando sinergias, buscando los apoyos externos posibles, factores estos últimos esenciales a las políticas de desarrollo sustentablelocales, creando sinergias, buscando los apoyos externos posibles, factores estos últimos esenciales a las políticas de desarrollo sustentable. (Martínez; Expósito; Hernández; Delgado; Martínez Betancurt, 2014)

Las ciencias sociales cubanas aportan experiencias desde enfoques diversos y contextos diferentes. Trabajos como los de Mariana Ravenet 2002; Reyna Fleitas 2004; María T. Caballero 2004; Joaquín Alonso 2004; María del Carmen Caño 2005; María Arias 2005, 2006; Jorge Duque 2005; Ada Guzón 2006; Mayra Espina 2006; Jorge Núñez Jover 2006; Limia David 2006, 2008; Alicia Martínez 2007; Ernel González 2008; Roberto Dávalos 2008; incorporan elementos que enriquecen la concepción teórica y metodológica: la participación, lo rural, la perspectiva de género, el cooperativismo, la sostenibilidad alimentaria, entre otros ejes de explicación del desarrollo.

Sistematizando condiciones básicas que muchos autores incorporan para un proceso de desarrollo local; estas serían:

Como se afirma “El núcleo del concepto, más que a una definición geográfica, remite al modo en que el desarrollo transcurre en las localidades. Es un concepto operacionalizable a contextos de análisis elegidos por el investigador, pero también puede operacionalizarse en referencia a procesos que transcurren en unidades espaciales no coincidentes con estructuras administrativas.” (Martínez; Expósito; Hernández; Delgado; Martínez Betancurt, 2014: pp27).

La cultura en el desarrollo local.

En los últimos años los temas del desarrollo local en Cuba han comenzado a focalizar con atención el papel de las culturas locales. Economistas, filósofos, arquitectos y sociólogos cubanos apuestan en el valor de la cultura en los procesos de desarrollo y los gobiernos municipales han comenzado a incluir a la cultura en sus agendas del desarrollo. A partir de ello, se han generado importantes estudios con el propósito de investigar las diversas formas en que la cultura puede contribuir de manera exitosa a confrontar los retos en los ordenamientos territoriales.

En la actualidad resulta evidente la existencia de una estrecha interrelación entre los procesos de desarrollo de la cultura y el desarrollo territorial. En este sentido, en un escenario de intensas relaciones sociales, las ciudades, al ser los espacios preferentes de localización, están adquiriendo una relevancia en los ordenamientos locales para el desarrollo. (Martínez, Expósito, Delgado, Moncada, Riverón: 2015)

La cultura, entendida como el mundo de las significaciones, incide en los resultados de la economía local y, sin duda, en los procesos de desarrollo territorial. Focalizar la atención en la confianza, la tradición y en unas prácticas culturales que se objetivan en actitudes a favor del bienestar y mejores condiciones de vida permitirá corroborar cómo la cultura apunta a aquellas capacidades y estrategias individuales y grupales para emprender iniciativas de desarrollo. (Martínez, Expósito, Delgado, Moncada, Riverón: 2015)

Hay una imbricación compleja e intensa entre los procesos sociales y culturales desde la perspectiva del desarrollo local: todas las prácticas sociales contienen una dimensión cultural, pero no todo en esas prácticas sociales es cultura. Los trabajos realizados por Pierre Bourdieu, entre los que se encuentra su obra, Razones prácticas sobre la teoría de la acción; Clifford Geertz, con La interpretación de las culturas y Jean Baudrillard, en su Crítica de la economía política del siglo, ubicaron desde perspectivas científicas diferentes el aspecto simbólico de la vida social aportado por la cultura, de este modo, se le atribuye a la cultura el mundo de las significaciones y del sentido, además la cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de significación, dicho de otro modo, la cultura abarca el conjunto de procesos sociales de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social. (Martínez & Expósito: 2011)

Esta conceptualización de la cultura que se asume ha posibilitado advertir los entramados socioculturales impregnados de significaciones, las estructuras de la cultura y las prácticas culturales. En su conjunto, ofrece importantes datos para dar cuenta de que la cultura puede también explicar la realidad social y favorecer a los gobiernos, el perfeccionamiento de las políticas y la generación de iniciativas para el desarrollo local.

Cartografía cultural participativa.

De todos los métodos de desarrollo participativos que se han adoptado –investigación - acción - participación; educación popular; animación sociocultural–, adaptado y aplicado en un contexto de desarrollo, es la cartografía participativa el que más se ha difundido. Está aumentando rápidamente en el mundo la cantidad de iniciativas de cartografía participativa. (Chambers, 2006, pág.1).

Una lectura del informe presentado en 1997 por la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de las Naciones Unidas, nos permite retomar la valoración realizada acerca de que una buena parte de los fracasos de los proyectos de inversión gubernamental se debía a que “se ha subestimado la importancia del factor humano, la compleja trama de relaciones y creencias, valores y motivaciones que son el corazón de una cultura”. El informe ha devenido en un importante dinamizador de los posteriores trabajos de la UNESCO pues se comenzó a ubicar a la cultura como una dimensión transversal de la vida de toda comunidad; se comenzó a concebirla no sólo como memoria sino como una oportunidad de desarrollo económico y social. (Pérez de Cuellar:1996)

Los últimos 20 años han sido testigos de una verdadera explosión de iniciativas de cartografía participativa en todo el mundo, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. En su sentido más general, la cartografía participativa es la creación de mapas por comunidades locales, a menudo con la participación de organizaciones que les prestan apoyo, entre ellas autoridades públicas (de distintos niveles), ONG, universidades y otros agentes que se dedican al desarrollo y planificación relacionada con la tierra.

La UNESCO reconoce a la cartografía cultural como una herramienta y técnica cruciales para preservar los elementos culturales tangibles e intangibles. La cartografía cultural se ha convertido en el enfoque preferido para estudiar y comprender los sectores de la industria cultural y creativa antes de tomar decisiones políticas. La cartografía tiene la ventaja añadida de que el propio proceso puede generar una concienciación de los agentes y fomentar la colaboración de los actores.

Es un modelo de información territorial, que permite ubicar los elementos propios de la actividad cultural de un territorio (actores culturales, patrimonio y manifestaciones colectivas), en un sistema de coordenadas espaciales que, a partir de un patrón de lectura, pueden ser relacionados entre sí y analizados de acuerdo a su distancia, distribución y densidad en el espacio. Esta lectura puede privilegiar el análisis de variables derivadas del territorio tales como; las geoclimáticas, socio–demográficas, históricas y los imaginarios sociales compartidos. (Soto: 2008)

Hacer una cartografía cultural es llevar una identificación sistemática de los recursos culturales de la comunidad.

La cartografía cultural participativa es un proceso que busca recoger consignar, analizar y sintetizar información, con el fin de describir los recursos culturales, las redes, los vínculos y los hábitos de utilización de un territorio, una comunidad o un grupo.

Los mapas participativos proporcionan una valiosa representación visual de lo que una comunidad considera que es su lugar y de sus características distintivas, en alianza con los gobiernos municipales y las instituciones de la cultura. Abarcan descripciones de los rasgos físicos naturales, de los recursos y de los rasgos socioculturales conocidos por la comunidad.

La cartografía participativa es multidisciplinar. Lo que la distingue radicalmente de la cartografía y de la elaboración tradicional de mapas es el proceso mediante el cual se crean los mapas y los usos a que se destinan posteriormente. La cartografía cultural participativa se centra en aportar las competencias técnicas y los conocimientos especializados necesarios para gestionar el desarrollo local, con iniciativas locales.

¿Cómo hacer una cartografía cultural participativa para el desarrollo local?

Son muy escasas las experiencias en Cuba que muestran a la cartografía cultural como herramienta para el trabajo de las instituciones culturales. Hasta donde los autores de este trabajo tienen conocimiento, solo el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello ha incursionado en ello, muestra lo es el Atlas etnográfico de Cuba que ofreció por primeva vez un estudio sistematizado de la historia étnica y la cultura popular tradicional del pueblo cubano en sus expresiones materiales e intangibles. Pero también hay experiencias desde el desarrollo cultural comunitario. El Centro de Estudios Cubanos y Caribeños, de la Universidad de Oriente y lugar que promueve por muchos años el trabajo comunitario a través de la maestría en Desarrollo Cultural Comunitario, ha incursionado en los mapas culturales como valiosa herramienta para los diagnósticos y la participación. Sin embargo, las ciudades disponen de un sistema de información cultural, llamados carteleras, que dimensionan en alguna medida, espacios, instituciones, eventos, actores y prácticas culturales de las localidades, como el que hoy muestra la ciudad de Santiago de Cuba.

Pero pensar la cartografía cultural participativa desde el desarrollo local es otra cosa y le confiere nuevos matices. Se está en presencia de un instrumento que favorece el monitoreo de la política cultural y la incorporación de las informaciones que ofrece este mapa, para la toma de decisiones y la generación de iniciativas locales.

La cartografía cultural participativa puede ser de hecho, un proyecto de los gobiernos locales que permita no sólo identificar y ubicar territorialmente a los actores culturales, las manifestaciones colectivas y el patrimonio natural y cultural del territorio, sino que también permite profundizar en la especificidad cultural de cada lugar y de cada práctica cultural.

La actividad cultural ha sido un terreno poco investigado por los gobiernos locales, y la cartografía cultural participativa puede definirse como un intento por empezar a recorrer esa ruta. Como ya es conocido, el Atlas Cultural Etnográfico se detiene en los rostros y colores de cada región, en sus fortalezas y singularidades culturales, pero no ha sido suficiente. Hoy los territorios, comunidades y barrios generan diversos universos culturales y que son recreados cotidianamente por sus habitantes.

Para la cartografía cultural participativa, la mirada debe reconocer el espacio donde la actividad cultural se desarrolla, ya que éste impregna todo quehacer cultural con ciertos matices propios, derivados de su geografía, de su historia, de las características sociales y económicas, y en particular de los imaginarios sociales compartidos.

¿Qué posibilidades le ofrece a los gobiernos locales?

La cartografía es el primer paso dentro del proceso de planificación cultural y se convierte en una herramienta de apoyo a los gobiernos locales.

El proceso de cartografía participativa puede seguir un enfoque muy estructurado. Tales procesos están típicamente vinculados a las iniciativas en que se establece una colaboración entre comunidades locales, gobiernos e instituciones.

  1. Preparación y reunión de datos de antecedentes
  2. Planificación participativa (incluida la cartografía)
  3. Programación participativa
  4. Organización de la comunidad, liderado por el Consejo Popular.
  5. Aplicación y vigilancia y evaluación.

La cartografía cultural participativa incluye los siguientes temas: cultores individuales, agrupaciones culturales, instituciones culturales, industrias culturales, patrimonio natural y cultural, manifestaciones colectivas.


Conclusiones.

Hoy, para las ciencias sociales cubanas, el desarrollo local como concepto se ha ido moviendo desde una postura economicista a una concepción de lo local centrado en el hombre, sus prácticas y culturas, lo cual favorece la incorporación en las políticas de desarrollo, la dimensión cultural.

La cartografía cultural participativa es un poderoso instrumento visual que, con un lenguaje claro, puede convertirse y de hecho lo es, en una fuente de información para los gobiernos locales encargados de adoptar decisiones e implementar políticas para el mejoramiento de la vida de los ciudadanos. Se convierte en un sistema de información territorial/comunitario en lo que respecta al quehacer cultural, y con sus tablas, gráficos y mapas posibilita cruzar registros lo que favorece un análisis multivariado de los resultados

Referencias

 


Notas

1Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba;alicia@uo.edu.cu
2Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba;elpidioeg@uo.edu.cu
3Universidad Veracruzana;iillescas@uv.mx
4Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba;danzartelena@uo.edu.cu